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Ciclos históricos de las okupaciones en Sevilla

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Continúo con la investigación “in situ” sobre okupaciones y unos días en Sevilla me han permitido reconstruir, junto a muchos/as activistas locales, algunos de los rasgos más relevantes de su desarrollo a lo largo de las últimas décadas. En el equipo se ha realizado un excelente trabajo a la hora de perfilar preguntas de investigación e hipótesis que se engarzan muy bien con muchas de mis preocupaciones anteriores. Las entrevistas, los debates y las visitas a los espacios concretos, pues, los he afrontado a partir de esta nueva mirada sin dejar de lado las cuestiones que desde hace décadas me animan con esta temática, cada vez más incorporada a mi propia vida y a mis actividades políticas y sociales.

Una precisión metodológica que pocas veces he hecho explícita en otros relatos anteriores sobre las okupaciones, puede aclarar más el enfoque de investigación activista o militante que, cada vez de forma más explícita, se va configurando en toda mi trayectoria. En esta ocasión ha sido Nico Sguiglia, participante en La Casa Invisible de Málaga y antes también en centros sociales de Sevilla, además de sociólogo miembro del proyecto de investigación actual, quien organizó los encuentros y mi propio alojamiento en casas de activistas. Esto último, más allá de su intrínseco valor como ayuda mutua entre compañeros/as con afinidades políticas y que reduce notablemente los costes de los desplazamientos a otras ciudades, proporciona conversaciones informales en las que se comparten experiencias pasadas e implicaciones en procesos actuales.

Por un lado conocí a Carlos, un veterano activista que ya ha superado la cuarentena (de edad), con formación universitaria como trabajador social y que sigue involucrado en las luchas locales con bastante intensidad. Actualmente está “liberado” por un año en la ODS (Oficina de Derechos Sociales) gracias a un programa de la Junta de Andalucía para la inserción laboral, aunque han sido muchos los años previos en los que ha dedicado sus esfuerzos voluntarios en esa pionera ODS (pionera con respecto al resto de organizaciones similares en Madrid y Terrassa, por ejemplo) y, antes, en la “luchas vecinales” por las viviendas de Begoña y de la Plaza del Pumarejo, además de haber participado en el CSA (Centro Social Autogestionado) El Lokal y en la primera okupación notoria de la ciudad: Cruz Verde.

El mismo día que llegué a su casa ya me invitó a ir a una concentración de protesta por el corte del suministro de agua que el ayuntamiento había aplicado al bloque de viviendas “okupado” (sus residentes prefieren denominarlo “realojo reivindicativo”) “Corrala La Utopía”. De hecho, gracias a su compañía (y a la de otras amigas activistas que me encontré allí) mi presencia no suscitó suspicacias ni molestas confusiones con los “infiltrados policiales” hacia los que había recelos en una semana en la que se acababa de revelar un caso que ha generado mucho malestar (http://elbecarioenbici.blogspot.com.es/2012/06/la-policia-nacional-ha-decidido-no.html).

Carlos también había mantenido antes una larga charla con Nico y conmigo enseguida me apuntó sus líneas ideológicas y sus principales preocupaciones acerca de las luchas urbanas en las que había ido participando a lo largo de los años (y me interrogó sobre las mías, naturalmente). En particular, debatimos sobre temas clásicos y siempre controvertidos como: la conexión entre activistas autónomos y distintos colectivos sociales precarios (inmigrantes, entre otros), la capacidad constructiva de los proyectos y las luchas, la generación de iniciativas productivas y de autoempleo en el seno de la militancia política, y la necesidad de establecer normas “rígidas” (en comparación con el otro extremo: su ausencia o incumplimiento) en los procesos de autogestión para consolidar su persistencia.

Por otro lado, con una edad semejante y con una trayectoria política que se remonta también a Cruz Verde y El Lokal, me alojé otros días en casa de Bea, una profesora de francés que, además, había sido integrante de CSOA (Centros Sociales Okupados y Autogestionados) como Casas Viejas y La Huelga. Para ella la okupación había sido una de sus dedicaciones políticas centrales a lo largo de varias décadas y, por lo tanto, se consideraba, sin dudarlo, militante del movimiento okupa. En todo caso, matizaba que en Sevilla la escena del activismo alternativo o radical había estado muy unida a otras luchas vecinales o urbanas en las que la okupación no era relevante. Durante muchos veranos, además, había participado en las acampadas contra el Tren de Alta Velocidad en el País Vasco.

Me declaró de que no se consideraba una “teórica” de la okupación, pero, en cambio, sí era consciente de haber acumulado un gran conocimiento práctico acerca de los proyectos en los que había participado. Como prueba de ello me mostró una pancarta grande que había cosido ella misma con retazos de telas coloridas con el logotipo del CSOA La Huelga. El día que hicimos el debate colectivo también estuvo vendiendo camisetas y marcadores de libros para seguir financiando a ese colectivo. En ese mismo evento también eran mujeres quienes cocinaron las tortillas y quienes vendían las bebidas. Todo ello me hizo pensar que, probablemente, persistían relevantes desigualdades de género en la escena okupa de la ciudad (aunque en el debate hubo, por lo menos, que yo recuerde, unas cuatro intervenciones de mujeres -Angela, María, Mercedes, la misma Bea-, después de que lo hiciesen abundantemente sólo hombres -Manu, Agustín, Juanjo, Carlos, Ibán y varios más).

Mi primer día en Sevilla estuvo marcado por la manifestación en solidaridad con las familias residiendo en la Corrala La Utopía. Fue completamente improvisada y forzada ante los obstáculos que pusieron los policías que llegaron con el fin de abortarla. La pancarta era portada por algunos residentes. Había niños, personas de muy variadas edades y activistas que provenían de los CSOA que han existido en la ciudad. Al pasar junto a un hospital donde estaban también manifestándose sus trabajadores en la puerta, se produjo un emotivo encuentro donde se corearon las consignas popularizadas por el 15M: “que no nos representan”, “no hay pan para tanto chorizo”, etc. La marcha siguió luego hacia el Parlamento y volvió de nuevo a la Corrala (en realidad, un bloque de pisos a estrenar situado junto a un hotel AC).

Recientemente les habían cortado también la luz y les amenazaban con arrebatarles la custodia de los hijos menores. En una entrevista que mantuve días después con Antonio (que años antes ya había protagonizado la okupación de viviendas de San Bernardo 52) y con Imma (esta última, trabajadora social también residente en la Corrala), me dijeron que estaban elaborando “informes sociales” propios para que el Defensor del Pueblo y otras autoridades impidiesen esa nueva agresión a las 36 familias que estaban okupando La Utopía. En los días anteriores, Ecologistas en Acción había cedido un generador eléctrico para que uno de los residentes enfermos y que necesita oxígeno continuado, pudiera seguir recibiéndolo.

En estas conversaciones hablamos también de las estrategias que estaban adoptando, de las soluciones ideadas para muchos de los problemas cotidianos que enfrentaban y de los múltiples apoyos que iban recibiendo en las tres semanas de okupación que llevaban a sus espaldas. Aunque no es posible ahora hacer pública toda esa información, sin duda sirve para comprender mejor todo el esfuerzo y las habilidades de auto-organización que han dedicado a esta valiente lucha por la vivienda.

Después de revisar la base de datos que Nico tenía ya bastante avanzada, tuvimos un largo encuentro con Ibán, un profesor de geografía muy conocido por haberse encadenado, junto a otro activista, dentro de un túnel subterráneo como forma de resistencia ante la amenaza de desalojo del CSOA Casas Viejas. Aquella acción suscitó mucha atención mediática en su momento (2007) y la intervención policial puso en peligro la vida de los activistas tal como se narra en el vídeo “Londres no es Sevilla. Casas Viejas no se rinde, no se calla, no se vende” (http://www.youtube.com/watch?v=M_YfJsE45zA). Al recordarla nos comentaron la anécdota sucedida cuando el mediador con la policía, el sindicalista Diego Cañamero (del SAT, Sindicato Andaluz de Trabajadores), en plena tensión por el desalojo y en medio de la concentración de protesta, les interrogó incrédulo a los okupas: “¿pero es que no vais a pedir nada?” No podía entender que no quisieran negociar nada con las autoridades después de haber expuesto sus cuerpos de aquella manera y de haber conseguido una gran repercusión pública con su acción.

Ibán nos mostró el CSOA Sin Nombre y las viviendas próximas de San Bernardo 52 donde se habían hecho famosas, años atrás, las llamadas “abuelas okupas”. Aquella okupación se ganó y proporcionó alojamiento social, a un precio muy asequible, a 15 familias que vivían en el barrio con contratos antiguos de arrendamiento pero en viviendas muy deterioradas cuyos propietarios no querían reparar. En todo caso, Ibán añadía que ese antiguo arrabal extramuros (el barrio de San Bernardo) había sido uno de los barrios sevillanos que había experimentado uno de los más profundos procesos de elitización y de expulsión de los residentes más humildes. La persistencia del Sin Nombre y de las viviendas sociales obtenidas mediante la okupación vecinal resultan, hoy en día, puntos un tanto exóticos en un entorno predominante de clases medias y altas.

La charla con Ibán se prolongó por varias horas y la complicidad que existía con él nos llevó a pasar de una entrevista clásica a un debate sobre nuestras hipótesis y valoraciones de la okupación en Sevilla. En particular, nos ayudó a precisar una serie de hechos muy singulares de lo acontecido en esa ciudad, al menos si se comparan con el movimiento de okupaciones en otras ciudades españolas. El debate que convocamos otro día posterior, seguido de la bebida y comida en apoyo al recientemente desalojado CSOA La Huelga, sirvió para ampliar aún más las mismas discusiones y precisar aspectos que no habíamos considerado hasta entonces. De una manera muy sintética, se podrían resumir en los siguientes puntos:

1/ Aunque el primer CSOA se produce en 1991 y perdura hasta 1995, en la calle Cruz Verde de la que tomará el nombre, durante la Transición las asociaciones vecinales ya habían okupado locales sociales (algunos aún vigentes) y viviendas, generando un clima favorable y conocido de acciones de esta naturaleza. Por ejemplo, el local de la Asociación Vecinal El Triángulo, en la calle Jabugo 36, ocupado en 1978 y todavía hoy en situación urbanística irregular. Otros casos semejantes son los locales de las asociaciones vecinales del Parque Atlantico y de la asociación Romaní de Las Letanías.

2/ Cruz Verde inaugura una de las luchas antiglobalización pioneras en todo el Estado al hospedar a activistas de muchas ciudades (también europeas) que acuden a protestar contras los fastos de la Exposición Internacional de 1992. La dura represión que sufrieron los activistas y la campaña para denunciarla y lograr sus absoluciones, marcó notablemente los años de esta okupación y, en parte, los de su sucesor, el Centro Social (no okupado) El Lokal (1996-2001). La lucha antimilitarista y la campaña por la insumisión al reclutamiento forzoso constituyeron el evento movilizador más destacado de esa época y que incidía también centralmente en la okupación. De forma significativa, las okupaciones (y centros sociales autogestionados) comienzan a ubicarse en la zona noroeste del casco antiguo y ahí persistirán la mayoría de las venideras.

3/ El año 1995 parece un año de luto para las okupaciones en la ciudad pues se producen 5 desalojos (Cruz verde, Casa de Nadie, Goyeneta, Lerena y El laboratorio del Arte) y se inicia una larga etapa en la que no se intentan nuevas okupaciones hasta la siguiente década (excepto la fallida del colegio San Bernardo en 1996). La oleada de desalojos pudo estar motivada por la llegada a la alcaldía de la conservadora alcaldesa Soledad Becerril justo el mismo año en que se aprueba el nuevo Código Penal aunque su entrada en vigor se produjo al año siguiente. En contraste con otras ciudades españolas, en Sevilla no hubo una rápida contra-ofensiva frente a la criminalización de la okupación que suponía la nueva legislación.

4/ En gran medida, El Lokal suplió el retroceso del movimiento okupa replegándose hacia un espacio alquilado en el que se realizaban actividades y campañas políticas muy semejantes a las de cualquier CSOA. El hecho de que tuviera un estatuto legal (aunque acabó teniendo problemas por causa de las licencias municipales exigidas para algunas de sus actividades) no lo alejó de los activistas okupas ni del apoyo de (y hacia) otras okupaciones en otras ciudades. Su localización céntrica, al igual que todos los casos de okupción de las últimas dos décadas, facilitaba su percepción utilitaria como espacio de agregación y de sociabilidad política “autónoma” (función que también desempeñaría el bar La Sirena, por ejemplo). Además, fue también pionero por vincularse con otras luchas urbanas como la oposición al aparcamiento de la Alameda y la renovación de toda la zona.

5/ La okupación del CSOA Casas Viejas en 2001 marcó un nuevo hito en la historia local de las okupaciones. Muchos de sus primeros enseres procedían de una donación del Lokal. Surge en un período en el que hay una mayor visibilidad mediáticas de las protestas anti-globalización, la campaña de protesta contra la LOU (Ley orgánica de Universidades), la movilización internacional contra la guerra de Iraq (2003) y la solidaridad con la inmigración africana (como el campamento No Border en Tarifa). Aunque ha ocurrido un recambio generacional completo, algunos activistas autónomos más veteranos también se unen a este proyecto. El MayDay, además, fue un evento clave para la incorporación de nuevos militantes. La okupación volvía “a estar de moda” pero Casas Viejas se abrió a múltiples problemáticas y luchas proporcionando nuevas dimensiones de la validez de los CSOA, sobre todo en su segunda época (entre 2005 y 2007). En Casas Viejas, por ejemplo, hubo colaboraciones con algunas luchas vecinales (Pumarejo, San Bernardo y Bachillera) y con algunas luchas de carácter sindical (fundamentalmente las llevadas a cabo por la CNT en ese periodo, la huelga de la recogida de basuras de Tomares, Grúas AUSA, azafatos del AVE, etc.).

6/ En el año 2004 ocurren tres okupaciones muy significativas y que han persistido con gran vitalidad hasta la actualidad: el CSOA Sin Nombre, el Huerto del Rey Moro y el Centro Vecinal Pumarejo. La primera se aleja del centro histórico y es el segundo intento, ahora con más éxito, de tomar el antiguo colegio de San Bernardo. Aunque el Sin Nombre integra a algunos sectores libertarios (también presentes en Casas Viejas), son unos fieles aliados de la lucha de las “abuelas okupas” en San Bernardo 52 que demandaban (y consiguieron) alquileres sociales asequibles (o, en su defecto, la rehabilitación de sus antiguas moradas: http://www.youtube.com/watch?v=0uDMvQu1FXE). El solar del Huerto del Rey Moro enseguida pasa a convertirse en una especie de CSOA al aire libre favorecido por el buen clima la mayor parte del año. Poco a poco van consiguiendo recursos y participando en proyectos municipales como el programa de “huertos escolares” que obtiene financiación gracias a los Presupuestos Participativos (hasta la llegada del PP al gobierno local en 2011). Autogestionado y okupado, sin embargo, sus activistas han explorado vías híbridas de legitimación y de sostenimiento. El CV Pumarejo es el resultado de otra lucha vecinal por evitar la expulsión de residentes con pocos recursos. Después de años de suscitar los apoyos de muchos colectivos de la ciudad, en 2004 se okupan los locales abandonados del edificio y se constituye una nueva entidad autogestionada y de nuevo cuño (con la ODS y la Liga de Inquilinos “la Corriente”, entre otras muchas organizaciones en su seno). Finalmente, poco antes de que la coalición PSOE-IU pierda la regencia municipal, consiguieron una cesión en uso por 15 años.

7/ Al desaparecer Casas Viejas en 2007 y a pesar del empuje de luchas como las del Pumarejo y la Alameda, ocurre una cierta descomposición ante un desierto de grandes movilizaciones, en línea con lo que sucedía en el resto del Estado (aunque también emergían luchas incipientes acerca de las migraciones, la destrucción del territorio, la especulación inmobiliaria, la precariedad, V de vivienda, etc.). En ese período nacen otras organizaciones vecinales como Barrios en Lucha que también atraen a algunos okupas, y se vuelven a construir dos CSOA que recuperan la vitalidad del movimiento okupa al final de la década: La Fábrica de Sombreros (2008-2009) y La Huelga (2010-2012). El primero más abierto y flexible en cuanto a personas que atienden las múltiples actividades que se promueven, mientras que el segundo vuelve a cerrarse más en colectivos y proyectos políticos más específicos (feminismos, cultura libre, autoempleo, soberanía alimentaria, etc.) que necesitan repensar el sentido de la okupación y de los centros sociales (“construir autonomía hacia adentro”, tal como comentó alguien durante el debate colectivo). Otras dos okupaciones relevantes en este periodo fueron las viviendas de Begoña y Pinillos (también llamado “El Quince”). En ellas se intentó reeditar la alianza entre vecinos acosados y okupas que funcionó en San Bernardo y Pumarejo. Aunque hoy día quedan pocos residentes antiguos resistiendo en esos inmuebles, la okupación de los mismos por gente más joven y activista les ha conferido una nueva vitalidad.

8/ El último período destacable se inauguraría con el 15M (15 de mayo de 2011) y con la nueva oleada de okupaciones que comienza después del verano de ese año. Primero con el Mercado de la Encarnación, después con la Corrala La Utopía (http://corralautopia.blogspot.com.es/). Los activistas de La Huelga siguen reuniéndose y participando en esas nuevas okupaciones después de su desalojo, aunque reconocían que su relación con el 15M nunca fue muy fluida y, más bien, facilitaron sus instalaciones “como almacén” cuando se les solicitó, mientras estaban okupando. Lo más interesante es que la okupación de viviendas ha ganado legitimidad social y los “Puntos de Vivienda” de las asambleas de barrio del 15M llevan esa acción de lucha como su estandarte principal. La Utopía ha sido el lugar de encuentro y convergencia de las dos tradiciones de okupaciones políticas y sociales, si es que esa categorización alguna vez ha sido válida.

De toda esa trayectoria no es difícil inferir que el movimiento okupa de Sevilla ha estado siempre muy vinculado a luchas sociales y urbanas próximas que le atravesaban y con la que confluían regularmente, sin muchas fricciones. Esa red de organizacionese se podría ampliar a ciertos bares, a los corralones de artesanos, a espacios sociales no okupados (como el Lokal y la Casa de la Paz, por ejemplo, casi colindante con el CV Pumarejo) y a algunas empresas cooperativas (por ejemplo, las que ahora alquilan los locales de la antigua Casa de la Paz). Todo ello en el centro histórico de la ciudad, predominantemente. Y todo ello, también, respetando las distintas opciones en cuanto a ls relaciones con el Estado que las distintas luchas han mantenido.

En general, los CSOA se han opuesto a cualquier negociación con vistas a obtener expropiaciones, cesiones o alquileres por parte de las Administraciones Públicas concernidas (“en Casas Viejas era un tabú hablar de negociación” oímos ocasionalmente). La excepción más notable es el Pumarejo pues para todos sus activistas y simpatizantes va unido a la estabilidad residencial de sus habitantes, aunque la cesión afecta a todas las organizaciones sociales que okuparon y autogestionan gran parte del edificio. Los “alquileres sociales” que demandaron en San Bernardo 52, los antiguos inquilinos de Begonia y las nuevas familias okupas de La Utopía, son aceptados también, aparentemente, por muchos sectores okupas. Incluso en un CSOA, La Fábrica de Sombreros, se esperaba que la prometida (durante las Elecciones) expropiación municipal del edificio se produjera (en forma de “devolución del espacio a la ciudadanía” pues “eso ya estaba expropiado por la ciudadanía, sólo faltaba que el Ayuntamiento arreglase los papeles”), aunque no dieron ningún paso activo para forzarla y, finalmente, llegó antes el desalojo.

En el caso del Huerto del Rey Moro, tal como nos narró pacientemente David, preferían hablar de “negociaciones preventivas” aludiendo así a su seguimiento puntual de las disposiciones del Plan General de Ordenación Urbana, planteando alegaciones contra la edificación del solar y presionando pública y mediáticamente para conseguir la legitimidad de la okupación. Su presentación como proyecto de los Presupuestos Participativos de la ciudad, y la campaña para lograr que fueran “votados”, les permitió tener también a “personal liberado” que trabajaban como monitores de los huertos escolares. En todo caso, no entendían esas relaciones con el Estado local como “negociaciones” pues no comportaban ninguna contrapartida por su parte. Por lo tanto, desde mediados de la pasada década, gracias al Huerto, San Bernardo y Pumarejo la okupación había ganado ya una alta legitimidad social que, con el 15M y La Utopía, se renueva y amplía.

En definitiva, el análisis que aquí presento lo hemos construido colectivamente, combinando implicaciones y distancias. Yo sólo había participado una vez en Casas Viejas presentando uno de mis libros y dinamizando un taller de asamblearismo, en 2003. Desde entonces, únicamente había recogido noticias y documentos, o charlado ocasionalmente con compañeras y compañeros que habían estado implicados en los movimientos de Sevilla. La lectura del magnífico libro colectivo y autoeditado “El gran pollo de la Alameda” (http://www.elgranpollodelaalameda.net/) me sirvió como primera aproximación comprensiva a todo ese período de luchas pues proporciona relatos fundamentales elaborados por los mismos activistas. La base de datos elaborada por Nico sobre la que hemos discutido varios días entre nosotros y con las distintas personas con las que nos reuníamos, nos permitió también ir contrastando interpretaciones y afinando la valoración. Una vez redactado una primera versión de estas “notas del trabajo de campo” se la envié a varias de las personas con las que hablamos y recibí algunos comentarios de Ibán que se han incorporado al texto. En todo caso, aquí sólo he apuntado un recorrido histórico sucinto que, en el futuro, esperamos ampliar y enriquecer con muchos más matices, tal como se merece.

Published: 27 de junio de 2012
Keywords: Activism, Fieldwork notes